Entrar en El Trancemora es entrar en una casa de cuento, de ensoñación, ese refugio soñado de la infancia rodeado de agua y vegetación, acogedor, entrañable... al poco de estar en él ya lo haces tuyo o él se apodera de ti.Un vergel donde María y Javier cultivan el silencio gozoso, el sosiego, el sueño reparador, el descanso vivificante. El tiempo no se rige por el reloj sino por las acciones sencillas cotidianas: despertar con los sonidos del campo, desayunar al solecito en el jardín o a la sombra de un árbol, abandonarte en la tumbona de la piscina a tomar el sol escuchando el murmullo del agua, escoger una fruta del árbol y saborearla ,llenar los ojos del color y las formas que marca el paso del sol, pasear por los caminos y veredas que comunican los pueblos de La Taha, calmar la sed y reponer fuerzas en alguno de los bares cercanos, leer junto al bosquecillo de bambú...son momentos impagables: el lujo de la sencillez.
Agradecer a Javier y María que hayan creado este pequeño paraíso secreto, en uno de los rincones más bellos de Las Alpujarras, totalmente integrado en la naturaleza con su peculiar arquitectura alpujarreña y que lo hayan abierto al público. Agradecer su hospitalidad, cordialidad, amabilidad, discreción, simpatía y cariño sin los cuales El Tracemora perdería su magia.